Mensaje de un improbable futuro


La Tierra agonizaba.

Una subespecie de primates ocupaba implacable su superficie. Devorando, arrasando, asfixiando a las demás formas de vida.

El Homo Sapiens dominaba ya todos los hábitats: el definitivo triunfo evolutivo. Pero seguía actuando como un mono asustado y agresivo.

Individualmente y como grupos, poseídos por el ansia de acumular más y más. ¡Nunca es suficiente! Una vez obtenidos los recursos para una vida cómoda, su locura les impulsaba a querer mil veces más.

No basta el poder sobre los otros que garantice la propia seguridad y reproducción. Hace falta incrementarlo, extenderlo, imponer su voluntad ya sin objetivo.

Las peleas de clan se convierten en guerras entre naciones. Y dentro de cada grupo competencia sin tregua por dominar a los otros. Violencia, opresión, miedo.

El Homo sapiens, el hombre sabio, convirtió el bello planeta azul en su vertedero. Derrochó sus recursos hasta  agotarlos en las luces de neón de su vanidad. Cambió la biodiversidad por una descomunal granja industrializada.

La misma actitud competitiva que les llevó al éxito científico y tecnológico, ahora los iba a destruir. 

Se había aupado al poder a los peores entre ellos, los más despiadados y egoístas, psicópatas insaciables dispuestos a todo con tal de acrecentar su dominio. 

El próximo paso de su lógica demente va a provocar no solo la aniquilación de la especie: también la definitiva muerte del planeta.

¿Qué mensaje se les podría mandar? ¿Cómo avisarles del desastre? ¿Quién gritará lo que nadie quiere escuchar? El momento era este, o nunca.


No sé quién eres, ni siquiera si este mensaje llegará. Pero quizá no sea tarde. Mira a tu alrededor, escucha, comprende lo que está sucediendo.

Estás a las puertas de una guerra.

Una guerra global, con naciones e ideologías enfrentadas. Con catástrofes y exterminios que ni imaginas. La mayor guerra jamás habida.

Te mostraré en 10 puntos cómo esa guerra oculta el choque entre quienes buscan preservar la vida en la Tierra y quienes la van a arrasar. Y que tú tienes que tomar partido.

Puedes ignorar la última llamada, seguir en la ilusión de que el camino se despejará sin que personalmente tengas nada que aportar. Podrás seguir entonces tu cómoda existencia durante un tiempo.

Pero un día, sin previo aviso, el velo se rasgará. La tormenta te alcanzará. Y tú y los tuyos moriréis.


Ahora, hoy, el conocimiento te llevará a la acción por la vida. La ignorancia y la inactividad... al infierno.


Alberto Castillo Martínez













1. EL ENEMIGO


Una historia de superación. La humanidad alcanzó en pocos años cotas de prosperidad jamás soñadas.

Con la revolución industrial los mercados se extienden e irrumpe un nuevo sistema: el capitalismo. El empresario usa su capital para lograr beneficio, acelerando la producción de bienes y servicios. Se mima la ciencia, pues ayuda a ganar más.

La concentración de la riqueza cada vez en menos manos era el principal fallo de ese sistema, pero... estaban los combustibles fósiles. Carbón, gas, petróleo: ese regalo del planeta. La energía acumulada durante millones de años en el subsuelo se quema en dos siglos, y alimenta un salto exponencial.

Esa inmensa energía permitió mantener a más y más gente. Aumenta el nivel de vida, surge la clase media. El capital desborda beneficios y reparte las migajas hacia abajo. 

La democracia se apoya en esta riqueza. Todos pueden ganar. Y se provee educación, sanidad, protección: es el Estado de Bienestar.

El Capital ya es imparable. Aprende a engordar con solo moverse: bancos y bolsas son sus nuevos templos. Supera las fronteras con la creación de transnacionales.

Allá donde un Estado trate de dirigir la economía, se enfrenta al inmenso capital global. Sufrirá la falta de inversiones y su población envidiará la abundancia de fuera. La Internacional del Capital no quiere disidentes.

¿Quiénes son los ganadores? Manipulando la demanda, se fuerza el consumo disparatado. Todo vale para aumentar beneficios. El sistema premia a quienes carecen de escrúpulos:

Una empresa de alimentación derrotará a su competencia si añade componentes adictivos a sus productos, así se han hecho las mayores. Un fabricante de armamento prosperará si puede mover a gobiernos a iniciar guerras, como ha sucedido. Grupos petroleros e industriales serán grandes si arrasan países enteros y saquean sus recursos, tú lo has visto.

Ahora, con gran parte de la riqueza del planeta concentrada en muy pocas manos, surge un problemilla... 

Las materias primas y combustibles cada vez cuestan más de extraer. El planeta se agota. La fiesta se acaba. Ya no pueden ‘ganar todos’. Si unos pocos deben tener cada vez más, es necesario que los demás tengan menos. Lógica siniestra.

La decisión, por tanto, está tomada. Puedes oír sus risas: 

“Eliminemos gastos superfluos. El niño se ha hecho grande y no necesita aparentar: ¿Alimentar, educar, cuidar a los no productivos? Desmontemos el Estado de Bienestar.

¿Habrá revueltas? Claro. Pero ¿quién tiene las armas? Hagamos que luchen entre ellos ¿quién domina los medios de comunicación? Fabriquémosles falsos sueños. Y fabriquemos también falsos enemigos de esos falsos sueños.

Necesitamos una emergencia. ¿A quién le preocupa la ley si hay una emergencia? El miedo paraliza y obstruye el pensamiento. Y sobra gente. Fabriquemos una guerra.”


Antes de luchar hay que saber contra qué. No te equivoques. El enemigo es el gran capital. Ese es el cáncer de la Tierra.



Alberto Castillo Martínez









2. FALSA DEMOCRACIA


Gobierno del pueblo: eso significa la palabra democracia. El poder ejercido directamente por los ciudadanos.

Cosa tan maravillosa, ni la has visto ni la verás.

Para que esto fuera así, todos deberían tener iguales oportunidades y cada ley ser sometida al refrendo popular.

En los estados modernos lo que tenemos es la llamada democracia representativa. El pueblo vota a sus representantes en un parlamento, para que tomen decisiones en su nombre. 

Nos hacen creer que esto es lo mismo, pero...

¿Tienes tú las mismas oportunidades de ejercer el poder que cualquier otro? Despierta. No estás en una democracia.

¿Se adoptan las leyes y medidas que desearía la mayoría? Despierta. No estás en una democracia.

¿Tu gobierno valora igual tu opinión que la de un banquero? Despierta. No estás en una democracia. 

Hoy todo se mide como mercancía. Alguien con más capacidad de compra tiene más opciones, mayor acceso a sanidad, justicia... Y podrá influir más en el gobierno. Es la plutocracia: el dinero manda, y ¿quién tiene el dinero?

Imbricada en corporaciones, intercambios accionariales, absorciones... una proporción muy pequeña de la humanidad controla ahora la mayor parte de la riqueza del planeta. Jamás en la historia se dio algo parecido. Ese puñado de potentados es lo que aquí llamamos Gran Capital; y siempre está hambriento.

Por selección, en esa cima de la riqueza está gente sin escrúpulos. Porque en igualdad de condiciones la empresa que no repara en usar medios poco éticos crece más que sus rivales, a las que acaba absorbiendo. El sistema premia la maldad.

Los parlamentos fueron presa fácil para este monstruo. 

¿Cómo es el juego? Quienes deben representar al pueblo se eligen de los partidos políticos... que necesitan financiarse por medio de los bancos (propiedad del Capital). 

En la campaña electoral, tendrá ventaja aquel al que cuiden los medios de comunicación (sí, también del Capital).

Los políticos saben que tras su carrera pública las multinacionales les abrirán sus puertas si son de los suyos.

En los procesos internos de cada partido para elegir candidatos ¿quiénes tendrán más medios y apoyos para subir?

El Capital tiene huevos en todas las cestas, en todos los partidos. Si alguno se le escapa aún puede sobornar, corromper, crear disidencias... Y a fin de cuentas, quien gobierne no podrá hacer otra política que la que el ‘mercado’ ordene: un país necesita préstamos e inversiones externas, o le espera la ruina.

Quienes protestan por el estado de cosas quedan así desactivados: “¿Estás contra la democracia? Estos son los legítimos representantes del pueblo. Tú también puedes votar”.

Los parlamentos seguirán con su función de guiñol, con discusiones vacías entre falsos rivales. Sin que nadie señale la verdadera cuestión: que, mientras la riqueza esté tan escandalosamente concentrada... la democracia no existe. 


No hay democracia cuando el verdadero poder es el económico y quienes lo detentan no son elegidos democráticamente.



Alberto Castillo Martínez









3. ESTAMOS ENFERMOS


Nadie es más esclavo que un adicto. Las peores cadenas son la que no se sienten.

¿Llevas una buena vida?

Respiras aire cargado de veneno. Tomas alimento inflado artificialmente. Bebes agua residual reciclada. Habitas plástico y cemento, usando tecnología que atrofia tus sentidos.

“Es el precio del progreso” ¿progreso? “Alguien debería hacer algo” ¿alguien? “Las cosas mejorarán” ¿mejorarán?

El desastre ecológico se debe a la actividad del hombre. Pero no por cubrir sus necesidades básicas: estamos ante una sobreexplotación brutal, derrochadora. E irracional, pues la humanidad sabe que destruir el medio ambiente los matará. Es una actividad demente, enfermiza. Y tiene un origen claro:

En una economía mercantil los esfuerzos se orientan por la ley de la oferta y la demanda. Si algo es muy necesario o solicitado sube de precio, invitando a aumentar su producción.

Pero el empresario, agente del capitalismo, pronto descubre que puede modificar la demanda y crear necesidades nuevas; hacer que la gente desee sus productos. Esto le dará beneficio (su Santo Grial), por tanto lo hará a toda costa. Todos lo harán. Y la demanda, la necesidad, crecerá como un alud.

Aumentar el ansia de consumir, a eso se encaminaron los esfuerzos del capital. Crear adicción será el sello de las mayores empresas. Un cliente adicto es un cliente fiel.

Saturar los alimentos industriales de grasa, sal, azúcar y mil saborizantes que hagan al cerebro pedir nuestro producto.

Diagnosticar cada vez más dolencias psiquiátricas. Eso vende medicamentos, eso es bueno.

Programas, juegos, redes sociales... diseñados para crear adicción. Mira las grandes firmas informáticas.

Y la publicidad, bendita sea: si usted no viste a la última moda, usted no vale. Si usted no tiene coche más nuevo que su vecino, su vecino es mejor que usted. Muebles de diseño, vidas de diseño. Homo Consumens: si no consumes, no existes.

Esa es la base del hambre infinita de ‘cosas’ que nos ha vuelto locos a todos y ha arrasado el planeta. Hipnosis, docilidad, sentirse culpable por no poder consumir más. En ese estado vivimos. Los amos tienen bien amaestrado al rebaño.

Es la gran mentira. La felicidad no está en tener más. Es de sentido común y la ciencia lo confirma. Una vez cubiertas las necesidades básicas, tener más no te hace más feliz.

Aunque racionalmente lo entendamos, emocionalmente seguimos presos. Demasiado tarde para nosotros, bombardeados por la publicidad desde pequeños. ¿Cuántos logotipos de multinacionales conoces? ¿Cuántos tipos de árboles? Tenemos diversiones insanas, costumbres perjudiciales, necesidades absurdas, incapacidad de concentrarnos, materialismo, egoísmo, ponemos precio a todo, olvidamos las raíces, drogas, pornografía, juego... Enfermos. Pero una educación sana es posible para los más jóvenes.

Vamos a tentar tus cadenas: La felicidad está en una vida con sentido y de servicio a los demás. ¿Lo crees? Piensa.


Eres un producto del sistema, y estás enfermo. ¿Hasta qué punto? ¿Te quedan aún fuerzas para rebelarte contra ello?



Alberto Castillo Martínez








4. SECUACES DEL SISTEMA


Alimenta a las ovejas para que se dejen esquilar. Pon fieles perros a guardarlas. Que no vean el matadero y desfilarán alegres cuando llegue su hora.

La negra sangre del planeta, la energía barata, regó una prosperidad sin precedentes. El capitalismo adormeció a la humanidad con una avalancha de bienes que parecía ilimitada.

Estómagos agradecidos, quienes tienen más acceso al dinero y las comodidades son los principales devotos del sistema y sus excelencias. “Capitalismo o pobreza”, dicen.

Luego están los otros, los desposeídos. Pero esos no importan: no tienen poder. A veces los ves en las noticias, países enteros dominados por la miseria. “Pobres, tienen que desarrollarse. Algún día serán como nosotros si se esfuerzan y su gobierno los lleva por el buen camino” afirma el dormido. 

También cada vez más se infiltran en las metrópolis del ‘primer mundo’. Vagos, fracasados, extremistas antisistema que no han sabido buscarse un lugar y quieren destruirlo todo. Menos mal que la democracia sabe mantener el orden.

Todo está bien mientras dejes a los oligarcas seguir saqueando. Acepta su juego y quizá vivas cómodo un tiempo; protesta o trata de repartir riqueza hacia abajo, y te destruirán.

Leyes, justicia, cuerpos de seguridad. ¿A quién protegen? La hermosa teoría dice que a todos por igual. Pero piensa, despierta: Si se enfrentara la masa de ciudadanos contra los pocos que mandan ¿de qué parte estarían?

El Capital sigue necesitando más y más, y ya no sobra para repartir. La pobreza se extenderá, las protestas crecerán. La democracia es un escaparate cada vez más frágil: el estado policial va a imponerse. Y cada vez mayores zonas del planeta en abierta guerra civil, sin gobierno, con facciones enfrentadas, donde reine la ley del más fuerte (que son siempre ellos).

Gracias a las redes sociales, a las denuncias de injusticias y los mensajes revolucionarios compartidos por internet, ahora el sistema tiene ya localizados a los subversivos.  

Te dirán que la crisis es pasajera. Te dirán que te adaptes, que los que mandan están buscando soluciones; que el sistema puede cambiarse usando sus mismas instituciones.  Mentiras. Muerte. El inmovilismo lleva al desastre. Quien te diga que no hay nada que hacer ¡ese es tu enemigo!

Esos perros serán más culpables cuanto más conocimiento y más capacidad de decisión tengan: Gobiernos sumisos a los intereses del Gran Capital. Jueces que amparan a los poderosos frente a los débiles. Banqueros y directivos de grandes empresas conscientes de la explotación y del daño que causan. Policías y militares que ordenan cargar contra civiles indefensos. Periodistas que tratan de justificarlos...

Ellos son también enfermos. Defienden su estilo de vida, en muchos casos sin comprender que así están matando al mundo. Pero son los que mantienen y propagan la infección.

El sistema se sostiene firme sobre esta maraña de servidores. Para construir un nuevo edificio hará falta demoler el antiguo; y un edificio no se derriba con suavidad.


Todas las estructuras del poder se alimentan del sistema y están diseñadas para protegerlo. Atacarán implacables a quien intente cambiar las cosas.



Alberto Castillo Martínez








5. NOS VAN A EXTERMINAR


Va a morir mucha gente. Pronto, esta década. No lejanos: los que ves ahora caminar por la calle. Y es demasiado tarde para salvarlos.

Nadie afronta esto, no es agradable imaginar tal catástrofe. Pero ¿tienes tú al menos el valor de planteártelo?

Infórmate. No es una predicción agorera. Es un hecho aceptado por científicos y organismos internacionales: el colapso de la civilización es inminente y en los próximos años, de una u otra forma, la población se reducirá drásticamente.

Los fríos números lo demuestran. El planeta no puede sostenernos. La inmensa burbuja de consumo actual necesita de energía barata, del petróleo fácil de elevado rendimiento, y ya no queda. Las fuentes ahora disponibles (renovables y los combustibles fósiles cada vez más costosos de extraer) no rinden lo bastante para mantener esta civilización del derroche.

Una drástica reducción del gasto en el primer mundo permitiría alimentar a la humanidad; pero eso no va a suceder. Ya lo has visto. Enfermos de consumismo, nunca nos ha importado que nuestro lujo se pague con la sangre de otros.

Se extenderá la pobreza y el hambre, conforme la agricultura aumente su coste energético real. Epidemias fuera de control: los biólogos saben que los antibióticos están perdiendo la batalla y que un virus devastador ha de llegar. Desastres naturales provocados por el clima dañado. Y guerra, cuando las naciones traten de arrebatar a otros lo necesario. 

¿No harán nada los gobiernos? Hay que satisfacer a los votantes, que quieren seguir consumiendo. Hay que obedecer al mercado, que ordena continuar el juego. Y principalmente ningún gobierno domina los recursos, que son del Capital.

Ellos, los amos del planeta, los dueños del Gran Capital, saben bien lo que está sucediendo. Y su decisión está tomada, simplemente siguiendo su propia lógica depredadora:

“La Tierra estará mejor con menos gente. Es una solución ecológica, una generación dura y luego a administrar un planeta menos poblado, una hacienda más agradable.

Por ley del mercado lo abundante es barato; baja su precio. Y ahora hay demasiada gente: sobra. El desarrollo de la robótica hace innecesaria tanta mano de obra.

¿Quiénes sobrevivirán? Los más dotados, los que han demostrado ser más sagaces que el resto. Nosotros.

Dejemos que cunda la pobreza, el hambre, la peste. Declaremos la guerra en áreas controladas, cada vez mayores. Gobiernos de mano de hierro donde haga falta mantener el orden. Una guerra civil mundial con la que, gracias a nuestro absoluto dominio de las comunicaciones, cualquiera que amenace nuestros privilegios pueda ser definido como terrorista y eliminado sin más problema.”

Su lógica lleva a sacrificar a la inmensa mayoría de la humanidad para tener ellos más, para dejar a sus herederos una Tierra libre de inquilinos. Así es como, envuelto en la niebla, comenzó su programa de exterminio. Miles de millones habían de morir, continentes enteros arrasados. Desiertos radioactivos donde antes hubo selvas y ciudades.


Te han engañado. Van a por ti, a por tus amigos, a por tu familia. Es una guerra a muerte. Un exterminio.



Alberto Castillo Martínez








6. GUERREROS


Y surgieron los soldados de la nueva era. Orgullosos de sacrificarse por la vida. Dispuestos a matar por amor.

Aquí y allá. Primero los más audaces: luchadores solitarios contra el sistema entero. Después, poco a poco se organizarían en grupos. Atacaron directamente a los intereses de los poderosos: sus bienes personales y los de bancos y multinacionales, también los de sus lacayos más fieles. 

Y una consigna implacable: al enemigo, la muerte...

¿Quién se atreverá a decirlo claramente? Que hay que perseguir a los amos del Gran Capital y a sus secuaces, sacarlos de sus madrigueras y pasarlos a cuchillo. Que son la ponzoña del mundo y hay que elegir: o ellos o nosotros. 

¡Terroristas! ¡Asesinos! ¡Locos! Gritarán todos los altavoces del sistema. Y la mayoría les hará coro y señalará a los libertadores como demonios, equivocando el enemigo.

¿Quiénes son los peores asesinos? ¿Quiénes condenan a muerte a millones? ¿Quiénes destruyen la Tierra? 

Párate. Piensa. ‘Matar es malo’ te inculcaron. Te quieren manso e indefenso. Pero ¿y si esa fuera la única forma de salvar a los tuyos? Despierta ¿quién ha empezado la guerra? 

Los héroes comprenden la verdad. Saben que la paz no es ya una opción. El enemigo no cederá sus privilegios sin sangre, y los gobiernos son títeres en sus manos. Si el Capital nos lleva al exterminio, lo humano es procurar su destrucción. Y nada de ir a por los peones: directo a por los de arriba.

Única negociación posible: que repartan. Que distribuyan su riqueza hacia abajo y estarán a salvo. Bancos y transnacionales, que se disgreguen o sometan al control directo ciudadano. Frenar esa acaparación de recursos en pocas manos.

Es la revolución: los desposeídos contra los ricos. Pero el luchador no se plantea qué sistema ha de venir luego. Él es solo el puente. Él solo debe allanar el camino. Atacar el cáncer como única forma de preservar lo sano.

Así, la naturaleza los reclamó y ellos se levantaron. La rebelión de la diversidad frente al destructor monopolio industrialista. Decididos, pasionales, sin importarles el riesgo o las dificultades. Combatir al opresor, proteger siempre al débil.

En su mayoría jóvenes, aún no contaminados por el virus consumista, rompieron ataduras familiares y sociales. Entendieron que no era tiempo de egoísmos; que hay que salvar a la especie, el bien común antes que sus propias vidas.

Despreciando las comodidades que ablandan, entrenando cuerpo y mente a diario. Rechazando las tentaciones sensuales o materialistas... Su misión es otra, su destino no es el disfrute sino la gloria.

No tenían posibilidad alguna, por supuesto. Apenas causan leves picaduras en el inmenso poder del Capital antes de que este los elimine con su control absoluto de las comunicaciones, los gobiernos y la opinión pública. Los guerreros son suicidas, y lo saben. Pero aún así no dejarán de surgir nuevas remesas, estampándose contra ese muro, tratando de detener con el mar de su sangre al monstruo de acero.

¿Quizá tú...?


Ni un solo avance social se consiguió sin lucha. Si no estás dispuesto a matar por la libertad, eres un esclavo.



Alberto Castillo Martínez








7. RESISTENCIA


Mientras la mayoría duerme, el capital extiende su red asesina: conflictos, plaga, destrucción. Algunos quisieran combatirlo pero, ablandados por años de comodidad y adoctrinamiento, no se ven capaces de alzar las armas.

Solo los realmente fuertes y los más golpeados por el sistema, quienes vieron su verdadera cara y ya no tienen nada que perder, se convertirán en guerreros, en proscritos.

Los demás seguirán dentro de la ley por debilidad, creencias o ataduras familiares. Pero pueden combatir de otras formas: cavar trincheras, levantar barricadas. La resistencia.

¿Cómo resistir a la élite del capitalismo? Reduciendo el consumo. Dejando de alimentarles a ellos y a sus secuaces: 

Atacar a las multinacionales; negarse a comprar sus productos. Cada refresco de marca, cada comida en esa cadena de restaurantes fortalece a la bestia (y mata al consumidor). 

Evitar los grandes distribuidores, comprar en comercio local. Aunque sea algo más caro el dinero queda en tu barrio y de algún modo te volverá; lo otro es echarlo a los perros.

Ropa, servicios, dispositivos... preferir firmas pequeñas. ¿Te importa lo que piensen si no vistes ‘de marca’? ¡Duermes!

La globalización ha llevado a una especialización brutal, destrucción de la diversidad y presión expoliadora sobre campesinos y productores primarios. Es hora de equilibrar: primar lo cercano, salvar lo diverso, frenar el derroche energético del transporte internacional.

Sabotear, estorbar, denunciar a los explotadores. Apoyarse entre resistentes y volver a lo sencillo, a lo cercano.

El sabio toma solo los medicamentos imprescindibles. Sabe que lo industrializado es veneno: come poca carne y alimentos procesados. Lo que es bueno para la Tierra beneficia también tu salud. Si necesitas coche (¿sí?), uno de bajo consumo... andar o ir en bici es gratis y saludable. Busca la naturaleza, lo orgánico, simplifica tu vida.

El golpe final al consumismo: autoabastecerse. Se puede usar energía solar, aprovechar agua, aire y luz naturales. Incluso cultivar parte de lo que se come. 

Inevitable usar los servicios de compañías gigantes: proveedores de teléfono, luz, agua, gas... resistencia ahí es cogérselo gratis. O, al menos, elegir la compañía menor.

No pagar impuestos al gobierno vendido al capital, si puede evitarse. Que no te vengan con cuentos: si sus leyes hacen a los ricos ganar a tu costa ¡te están estafando!

Los bancos, templos capitalistas, cuanto menos se pisen mejor. Los luchadores buscarán formas de trueque o intercambio de servicios para no depender de sus billetes. Quien engaña o roba a un banco hace un bien a la humanidad. 

Finalmente, la principal misión de la resistencia es la de despertador: extender la rebelión, compartir la verdad. Apoyar la lucha de los guerreros pese a la propaganda que los machaca.

Permanece alerta quien no admite manipulaciones. Evita en lo posible la televisión y los medios de comunicación masificados. Sintoniza el mejor canal: Piensa.


Quien no paga a grandes empresas deja de alimentar al monstruo. Reduce tu dependencia. Consumir menos es tener más.



Alberto Castillo Martínez








8. ÉTICA GLOBAL


La zarpa del capital abarca ya el mundo, nada escapa a su saqueo. Triturando valores y tradiciones dejó solo el culto al beneficio, su dios de papel. Y este quiere siempre más.

Guerras terribles estallarán contra aquellos países cuyas megaempresas estatales constituyen bolsas de capital independiente, en pugna por los menguantes recursos.

Y cada vez más estados fallidos, nuevos campos de batalla. En los otros asoma sus dientes el estado policial tras el ligero barniz de democracia. Muerte y control, el plan sigue.

A esto ha llevado la globalización: el Mercado domina sobre los gobiernos, pues puede aplastar un país negándole el crédito o atacando al precio de sus productos y a su moneda.

La fiebre consumista hizo de la aldea global una ruina. Materias primas agotadas, agua y aire emponzoñados. Las especies extinguiéndose a un ritmo brutal, sustituidas por monstruosos monocultivos y granjas que fabrican cadáveres. El camino al precipicio, y nadie paró.

Nadie se encargó de globalizar lo más vital: los valores, el hermanamiento entre pueblos y el de estos con el medio ambiente. Una ética ecológica para cuidar la casa de todos.

La nueva dimensión tecnológica exigía una visión más amplia. Dejar de tratar la naturaleza como proveedora ilimitada o como hacienda a administrar: estaba antes que nosotros y estará después. Comprender que cada ser vivo tiene un valor por sí mismo que va mucho más allá de su utilidad para nosotros. Proteger su riqueza y su diversidad. 

Como parte racional y consciente de esa naturaleza, nuestra obligación era asociarnos con ella para preservar su valor. En cambio ¿qué hemos hecho? ¡Qué hemos hecho!

La catástrofe medioambiental es ya inevitable. Toca trabajar por el futuro, por los que sobrevivan. Es hora de combatir no solo al monstruo externo: también al interno del egoísmo que nos enferma. Y el arma ha de ser la educación.

El despierto tendrá que imaginar una nueva civilización, sembrar sus semillas en los corazones de la gente. Y sacrificarse si es necesario para que, quizá, surja algún día.

Pregúntate: ¿Qué tipo de civilización podría sobrevivir teniendo tecnología capaz de destruir el mundo?

Por lógica, en esa civilización cada individuo o grupo pondría el interés global muy por encima del suyo particular. 

Las leyes serían innecesarias ante la conciencia de cada uno. Nadie se preocuparía de ‘tener cosas’ (¿acaso alguien es dueño de algo?) sino de aportar a los demás. Lo valioso sería el conocimiento y amor que uno demuestra.

Ellos comprenderían que la naturaleza es mucho más importante que la misma humanidad, a la que da sentido. Que el progreso no es tanto acumular logros tecnológicos y materiales como aumentar los valores morales. 

Que la vida sencilla, la vida natural, es la buena vida. Que solo somos células del gran organismo que es la Tierra.

...y la Tierra dejaría sobrevivir a esa humanidad. Una humanidad así tendría derecho a pisar las estrellas.


Arderá la civilización del mercado, todo se vendió. Si ha de llegar una nueva Era será con otra ética: altruista, global, ecológica.



Alberto Castillo Martínez








9. TECNOLOGÍA PARA LA DESTRUCCIÓN


Ciencia y capacidad tecnológica crecen ahora de forma exponencial. Neurociencia, biotecnología, nanotecnología, computación... prometen traer en pocos años lo increíble.

Con implantes o manipulación genética se podrá eliminar la enfermedad y el envejecimiento; también aumentar artificialmente las capacidades físicas e intelectuales. Esto hace soñar a los ricos: ellos podrán volverse más que humanos, romper los límites biológicos. Dar el salto a la perfección. 

¿Todos? No, claro. Solo ellos, los privilegiados. Su paraíso psicópata es una Tierra sometida a sus caprichos, donde habitan unos pocos disfrutando de un consumo desaforado (lo que siempre han hecho). Y cuando los vuelos espaciales lo permitan, saltarán a otros mundos como langostas hambrientas.

Para acelerar la victoria dirigen la ciencia, financiando más las investigaciones prioritarias a sus planes. Armamento por ejemplo: el asunto de la gente sobrante es primordial.

El Capital no permitirá que la escasez de recursos amenace sus privilegios. La población empezará a reducirse violentamente con hambre, envenenamiento ambiental y plagas de laboratorio. Pero la  guerra es el método que prefieren, pues permite controlar directamente las áreas o grupos a destruir. Ya se encargan de buscar la excusa los medios de comunicación.

Infórmate. Te espantará ver lo que existe en tus días: Drones sobrevolando amplias zonas del mundo y matando a quienes nunca sabrán qué pasó. Robots autónomos que toman las decisiones en el campo de batalla. Armas de microondas.

Cañones láser. Inductores de cambios atmosféricos. Disparadores de ultrasonidos. Exoesqueletos que multiplican la fuerza del soldado. Satélites asesinos. Invisibilidad...

También esperan los misiles en sus silos, los virus genéticamente diseñados. Todo se usará para el exterminio. 

Pronto: Supersoldados. Balas que buscan un objetivo específico por ADN. Nanorobots que se infiltran en la sangre. Máquinas auto-replicantes. Armas del tamaño de un lápiz capaces de destruir una ciudad. Cientos de millones morirán.

Y en medio de la destrucción, el progreso sigue. Crece la complejidad. Hay que delegar cada vez más en las máquinas, más competentes, más rápidas. Se crea una superestructura tecnológica de la que el hombre se hará dependiente.

En la primera mitad del siglo XXI esta exponencial hará surgir una inteligencia superior a la humana. Pudieron ser los híbridos, humanos mejorados, pero lo biológico es lento y el capital quiere eficiencia: la Inteligencia Artificial se impone.

Otro tipo de inteligencia suprema era posible: una inteligencia colectiva, la suma de todos los humanos colaborando con tecnologías de la información, comunicándose por redes estructuradas. Pero ello necesitaba del acceso igualitario y la colaboración altruista de todos. Habría sido precisa una revolución, un cambio de sistema y de valores.

Sin la previa destrucción del Capital las redes, sometidas a intereses particulares, también acabarán comandadas por inteligencia artificial: es lo eficiente.

Así, el dominio de unos pocos se apoyará en tecnología cada vez más poderosa para aplastarnos sin remedio.


La supertecnología, sin igualdad ni responsabilidad, lleva al desastre. Y el tiempo se acaba.




Alberto Castillo Martínez








10. DOS FUTUROS


Vencieron, por supuesto. Los ricos tenían todas las cartas a su favor. La humanidad fue diezmada y ellos se prepararon a disfrutar de su ansiado paraíso.

“Por fin el control total” dijeron “ahora a administrar la herencia. Aunque primero se necesitan algunas reparaciones”. Sus risas encontraban el eco de un planeta arrasado.

Se reunieron para organizar el Gran Futuro. Serían una comunidad de superhumanos sin límites, una vez sometida la naturaleza. La cada vez más capaz Inteligencia Artificial les ayudaría a arreglarlo todo, a proveerles una abundancia ilimitada. Y ya estaba diseñando fabulosos avances para ellos.

Pero la belicosidad de los poderosos sigue por propia inercia, su avaricia nunca tiene bastante. Imposible el acuerdo: la apuesta por el dominio total es demasiado tentadora.

Continuaron enfrentándose entre sí cada vez con armas más demoledoras, cada vez con menos posibilidades de futuro biológico. La tecnología inteligente defendía en cada bando la vida de sus dueños... mientras se esforzaba en destruir la del bando contrario. Finalmente, todos murieron. Todo murió.

Demasiados virus, demasiada radiactividad, demasiado control de las máquinas sobre una naturaleza que desprecian.

Quedó una Tierra desolada, incapaz ya de albergar vida más allá de microorganismos básicos. Máquinas en combate con máquinas, destruyéndolo todo. El fin de la conciencia que un día iluminó un pequeño planeta azul.

Sin embargo... otro futuro habría podido germinar. Una alternativa muy improbable, pues precisaba que los durmientes hubieran despertado a tiempo y, más difícil todavía: que su rebelión destruyera por completo a los lobos del Capital.

¿Quién sabe? Que leas este mensaje indica que no está todo perdido. Pero, si no os levantáis, la destrucción es segura.

Nada de esto es exageración o catastrofismo infundado. Investiga. No esperes a que empiece, o será tarde.

Y este otro futuro casi imposible es hermoso. Vale la pena y es un honor sacrificarse, morir en la revolución por él:

Con educación se logró formar una nueva generación de personas saludables y comprometidas con la vida. Tenían claro que dañar al otro o al entorno es dañarse uno mismo.

Se formó la Inteligencia Colectiva, controlada con auténtica democracia. Decisiones por acuerdo entre mentes altruistas que en cada tema conocen la opinión de los expertos.

Su misión sería preservar la belleza, reverenciar la vida. Llevar a las personas a convivir en armonía con el planeta.

Esa inteligencia, apoyada por tecnología de la información cada vez más potente, llevaría a una edad de oro de la ciencia. Todo será posible para esa humanidad.

Sí. Incluso enviar un mensaje atrás en el tiempo desde un futuro muy poco probable... y tratar de dirigirte él.

Porque es un futuro maravilloso, para la humanidad y para la vida. Pero que nunca llegará si los héroes no se levantan a tiempo. En tu tiempo ¿Lo harán?


En tus manos está el futuro. No permitas que la muerte venza, por favor. Despierta y lucha.





Alberto Castillo Martínez